viernes, 25 de enero de 2013

Escalador, no hay vía, se hace vía al triscar

Escalar. Según el diccionario, esta palabra puede significar "Subir, trepar por una gran pendiente o a una gran altura" y en otros casos "Levantar la compuerta de la acequia para dar salida al agua". Para mí, significa dar salida a mis problemas, liberar mi mente y, cómo no, superarme en cada sesión.

Nunca he sido un gran deportista, de hecho siempre he sido mediocre en casi todo lo que hacía. Pero he descubierto esta disciplina. Este deporte me llena como ningún otro que haya probado. No puedo negar que me influye mucho el hecho de que estoy practicando un deporte, un arte, con una filosofía muy sólida. Cuando hablamos de una forma de ver el mundo, de una manera de vivir, de un respeto por la naturaleza y el resto de los elementos, no podemos evitar ver, en muchas ocasiones, la escalada como algo... casi místico.

Sé que soy un rarito de esos medio hippie, pero frente a una roca natural (no tratada por el hombre) le pido internamente a la Madre Tierra que me permita conquistar ese trocito de ella. Eso transforma cada brazada en una experiencia única.

Por otro lado, está la parte física. Quizá no estoy bajando tripa, pero noto como mi cuerpo se hace un poco más fuerte en cada sesión. Mis brazos y mis piernas van tomando una forma más firme y robusta que la que tenían hace 6 meses.

Y por último, la comunidad de escaladores. A diferencia de otros deportes, todavía no he encontrado ningún arrogante que se ría de los principiantes (quizá sólo he tenido suerte), pero hasta el momento, las personas con las que he coincidido en el rocódromo han estado más que dispuestas a ayudarme a progresar. Así que mientras la comunidad apueste por mí, yo apostaré por la comunidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario